Al principio no se acordaron límites. Sí pareció haber un acuerdo tácito, impuesto al azar del tiempo, o a la oportuna coincidencia de fechas y condiciones. Algún que otro disparo no desmereció el ingreso, al contrario, comprobada la ficha de natalidad se apresuraron en aplaudir, extender la alfombra roja y pasear el cuerpo hasta su simbólico diván para más tarde encumbrarlo. Muchos han sido acogidos dentro de esta cifra emblemática, este número mágico, el 27, inaugurado desinteresadamente por Janis, Jim, y Jimi. Más tarde, sumaron al evento a Brian, que andaba perdido.
Se han buscado coincidencias y nombres. Sobre todo nombres, que tanto morbo aportan.
La última, Amy es la ensalzada en estos días. Todos corren hacia Candem. La vela y la flor empiezan a marchitarse trás el ceremonial de este pasado martes, al tiempo que las especulaciones no aportan luz. Algunos auguran que para el 26 de octubre nuestra curiosidad será saciedad, y la nueva autopsia revelará la causa del óbito.
Nos hemos quedado sin voz y sin moño; sin esa especie de rodete, de maraña aparentemente descuidada, que coronaba esa cabeza perdida en ocasiones. Un frágil envoltorio para una voz cascada, que ahora rula como eco por este mundo. Habrá mojigatas que se hieran la garganta, espabiladas que se tatúen su nombre en el brazo, listillos que hurguen en el baúl de los recuerdos y editen sus descartes.
Toda una celebración a la que la homenajeada no asistirá por estar ausente. Los del veintisiete la invitaron a su fiesta.
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