jueves, 14 de octubre de 2010

VUELA ALTO

Los santos, hoy, tienen un gran responsabilidad; y no es precisamente la de levitar sobre la encina del pueblo, la marquesina del autobús, la cabina telefónica o la puerta del ayuntamiento local. ¡No! De poco le valió a Cristo su clamor en el desierto; y es que, hoy, tu pueblo sigue siendo ese desierto que no te ve.

Pretender ser el centro del redil tiene poco sentido cuando el resto de las ovejas pasan el tiempo con la cabeza gacha contemplando su ombligo, incapaces de salir del ensimismamiento. El “vuela, vuela, vuela...” de Lecter debe ser el leit motiv que conciencie al creativo que se precie, y no al aspirante a héroe.

Ahora, las jerarquías nos facilitan el acceso a cursos de internacionalización al haber constatado que existe un fenómeno llamado globalización. Nos jalean para que abramos mercado fuera. No es necesario hacer preguntas para apreciar la realidad que nos rodea: la descubrimos hace tiempo.

Los fenicios fueron pioneros en la técnica de extender la manta sobre el suelo y exhibir sus mercancías en tierras ajenas, sin necesidad de pasar por la academia ni la escuela de idiomas. En aquel entonces sólo bastaban buenas piernas, el peso de la materia, la necesidad y su equivalente en metal. Los procesos de comunicación pasaban por una simple tablilla de arcilla o la arena de la playa y un palito. Hoy la red simplifica ese entresijo; sin embargo el viaje continua siendo necesario.

Por éstas y otras razones, le he insistido a Roberto para que no vuelva. En su entrevista nos recuerda que mucha gente sigue considerando a Picasso francés y, aunque nos pese, no deja de ser una de esas realidades ya descubiertas y asumidas. Muchos han necesitado hacerse franceses para salir adelante, otros americanos, algunos japoneses... Hay nacionalidades a punta pala para escoger.

Hoy, para conformarnos, nos basta con que el premio Nobel de Literatura sea al menos de habla hispana. Un brindis por Vargas.

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